Son las tres de la mañana y me levanto en cuatro horas. No es una novedad.
Quería escribir uno de mis hiperbreves, quizás uno que empecé el otro día en un estado de Facebook, pero ni siquiera lo recuerdo y me da pereza cerrar mi cuenta "de verdad" y cambiar a la otra (la de Iro) para mirarlo, así que dejémoslo y vayamos a la película porno en 3D que se estrenó el otro día en Madrid, que fue peor de lo que pensaba. Es más, diría que fue lo peor que he visto en un cine. Dios mío, ni el detalle del champán con fresas podrá hacerme olvidar esa mala experiencia de saberme rodeada de modernas aplaudiendo ante las corridas de los actores. Qué espectáculo más lamentable, por favor. Tanto revuelo, tanto souvenir a la entrada, tanta parafernalia de photocall y dresscode, para nada. El sonido, pésimo. El montaje, soporífero. El guión, mediocre. De las escenas sexuales, ni hablamos. Vaya panorama.
Otra modernez que me consume es el marketing en los social media. Todas las marcas se están haciendo como locas su Twitter. El boom ha estallado en España. A algunos se les ha ido de las manos. A mí me joden los estudios de mercado vía Facebook, los perfiles falsos que se crean los publicistas para conocernos y endiñarnos los productos de sus clientes. Nos espían por todas partes, ya no Google o Hacendado, sino ¡empresas de comunicación!
Yo emigro del planeta y de esta raza.