miércoles, 20 de enero de 2010

Como puños

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Es fascinante, el mundo lésbico. Que el corrector ortográfico que no sé por qué no he quitado todavía me subraye "lésbico" es desconcertante, pero, vamos, el mundo lésbico y su fascinación era lo que venía yo a tratar.


Cuando no conocía a ninguna lesbiana y la dicha reinaba en mis tiernas carnes de joviala colegiala, consideraba el tribadismo una práctica perversa y obscura, repleta de sensuales recovecos y yo qué sé. Burda mentira. Da igual recordarlo. El safismo se tradujo en sentimentalismo del malo, acoso, obsesión, una patraña. Pronto envidié ser gay. Porque el marica medio sí tiene una vida fascinante: saunas, leather, cuartos oscuros, increíbles fiestas fetish de temática bedesemera. Las bolleras tienen Aire, Medea, cagadas de locales con pachangueo, interminables colas en el baño y, por supuesto, la foto que, parece, no puede faltar. Deben regalarla con el registro. Lo triste es quejarse en vano, pues tú y las otras cuatro amantes de lo obsceno que te has encontrado por casualidad sois la minoría de las minorías, por mucha revuelta y horizontalismo que organicéis (ojo, yo no me incluyo de manera activa en esto). Sólo te queda joderte y odiarlas a todas, a sus tabúes, a sus feminismos de mierda y a esos prejuicios que deberían meterse por el culo. Y salir por los ambientes liberales hetero, claro. Porque, aunque nos joda y apene reconocerlo, es ahí donde realmente algunas podemos ser nosotras mismas. Las lesbianas de verdad que llevamos dentro de nuestro ser.


Fascinante y muy triste, el mundo lésbico.

3 comentarios:

  1. Por no mencionar el garrafón, claro.

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  2. Bueno, el garrafón lo sirven en casi todas partes, diría yo. Es otro mal social, como la lesbiana ñoña y la Karmele Marchante, variante de lesbiana inclasificable.

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