un capricho

Escuchando a Michael Jackson de fondo, tengo que decir que estoy hasta el coño, de tener que irme fuera de Madrid a por un polvo seguro. Porque no es que sea mi pareja, es un rollo que conocí hace unos meses, y libremente nos concedemos un capricho al cuerpo de vez en cuando. En el avión me pregunto porque lo hago, y cuando llego a su casa, obtengo la respuesta. Madre del amor hermoso. La tía en cuestión sabía que llegaría el viernes por la noche, me llamó y me dijo que no podría ir a recogerme al aeropuerto, que me cogiera un taxi. ¿Pero vas a estar en casa? Le pregunté. No por nada, si no para hacer tiempo, pero me contestó que si. Así que cuando llegué, cogí un taxi que me llevó hasta la puerta de su casa. Llamo abajo, y me abre, pero cuando llego al 10º la puerta estaba abierta, entro, y veo un pasillo de velas, dejo las cosas y sigo el rastro. Cuando llego la tía estaba sobre la cama, en bolas y con un montón de juguetes (y no hablo de juguetes estilo Pocoyó) repartidos por la cama. No contaré más. Ummm, fue el momento en que recordé porque SI merecía la pena viajar, de vez en cuando.
Es tan solo SEXO, tanto por su parte, como por la mía, de hecho ella tiene novia. Al menos en ese aspecto, yo no se que es lo que tengo.


Iro, eso es un recibimiento. No los tuyos, que también estas metida en la cama pero con un maldito resacón. Iba a criticar la gala de los Goya, que llegué a tiempo de verla, menos mal, pero lo dejo para otro momento, que con lo que os he contado, que ha sido el principio del fin de semana, ya me han atizado los calores, y me he perdido con la crítica.